miércoles, 25 de diciembre de 2024

Hoy se inicia la Octava de Navidad: ocho días para celebrar el nacimiento de Jesús


Como es tradición en la Iglesia, la noche del 24 de diciembre se empieza a celebrar de manera solemne la Natividad del Señor. Al día siguiente, el 25 de diciembre, día central de las celebraciones, empieza la llamada “Octava de Navidad”; es decir, el ciclo de ocho días continuos en los que se prolonga el gozo por el nacimiento del Niño Dios, tal y como si se tratase de “un gran domingo”. 


Este año 2024, la Octava de Navidad empieza el miércoles 25 de diciembre y concluye el miércoles siguiente, 1 de enero, con la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. 


El ciclo de ocho días


La celebración de la “Octava” tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. El pueblo de Israel tenía la costumbre de celebrar las grandes fiestas durante ocho días. Un ejemplo de esto puede apreciarse en el relato del Génesis (Gen 17, 9-14) en el que se narra cómo los judios recordaban la Alianza de Dios con Abraham por espacio de ocho días. En el último día se circuncidaba a los niños varones recién nacidos.


Esta tradición prosigue en el Nuevo Testamento. Jesús mismo, como todo judío, fue circuncidado ocho días después de nacer, aunque es con su resurreccion como se sella plenamente aquello que la Iglesia entiende por “octavo día”. El Señor se levantó de entre los muertos el “primer día de la semana” (Cfr: Mt 28, 1; Mc 16, 2; Lc 24, 1; Jn 20, 1), es decir, el domingo, y ese “primer día” es al mismo tiempo el “octavo” (es decir, el día siguiente del séptimo de la semana, el sábado, habitualmente consagrado al reposo por el pueblo de Israel).


El “octavo día”: el día sin final


El octavo día es, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, el nuevo día, un día de resurrección. Así lo señala el Catecismo de la Iglesia Católica:


«El “octavo día”, que sigue al sábado (cfr. Mc 16, 1; Mt 28, 1), significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. Para los cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor (Hè kyriakè hèmera, dies dominica), el “domingo”» (CEC 2174).


Si la primera creación terminó en el séptimo día, en el octavo comenzó la “nueva creación”, es decir, la creación redimida por Jesús (CEC 349). La Iglesia nos enseña que nosotros estamos viviendo ese "octavo día"; en otras palabras, estamos viviendo la época de la redención traída por Jesucristo. “Ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará” (Apoc 22, 5). Por eso, los cristianos celebramos el misterio de la Pascua cada ocho días, domingo a domingo. El domingo es el Dies domini, el día del Señor (cfr. CEC 1166).


Por todas estas razones, celebrar la “Octava” sigue siendo una tradición importantísima para la Iglesia Católica, que ha establecido como los días festivos más solemnes del calendario litúrgico a la “Octava de Navidad” y a la “Octava de Pascua”.


La Octava de Navidad


Durante la Octava de Navidad se celebran las siguientes fiestas:


•26 de diciembre: San Esteban es el primer mártir del cristianismo y quien representa a todos los que murieron por Cristo voluntariamente.


•27 de diciembre: San Juan Evangelista es el joven y valiente apóstol que permaneció al pie de la cruz con la Virgen María. Es considerado el “discípulo amado” y representa a los que estuvieron dispuestos a morir por Cristo, pero no los mataron.


•28 de diciembre: Los Santos Inocentes representan a los que murieron por Cristo sin saberlo, así como a los millones de bebés que mueren hoy, víctimas del aborto.


•Domingo después de Navidad: La Sagrada Familia es modelo para todas las familias y símbolo de la unión de la Santísima Trinidad. Este año esta fiesta ha de celebrarse el domingo 29 de diciembre.


•1 de enero: Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios. Todos los títulos atribuidos a la Virgen María descansan sobre este dogma de fe.


Celebremos esta Octava de Navidad llenos de alegría y gratitud. Son ocho días para decir: ¡Feliz Navidad!

NATIVIDAD DEL SEÑOR.




            ORACIÓN 


Dios Padre todopoderoso, te doy gracias porque amaneció mi luz y mi salvación; que todos los pueblos se regocijen y contemplen tu gloria, viendo y adorando al niño Emmanuel en su corazón, tú que eres Altísimo sobre toda la tierra. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 Evangelio del Miércoles 25 de Diciembre del 2024.

Solemnidad de la Natividad del Señor.

San Lucas 2, 1-14.

: SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR.- Aurora y Día de Navidad. 


Color blanco


 LITURGIA DE LAS HORAS: 

Todo propio; Oficio de Lectura: Te Deum; si hay un ministro ordenado se hace la bendición solemne, no 2.


 MISA (A): 

Propio para la misa de la aurora y la del día; Gloria; Credo; Oración de los fieles propio; Prefacio I de Navidad; Plegaria Eucarística I ó Canon Romano (embolismos propios de Navidad); bendición solemne, no. 2. 


 LECTURAS DE MISA DE LA AURORA: 

Is 62,11-12;

Sal 96,1.611-12;

Tit 3,4-7;

Aleluya: Lc 2,14

Lc 2,15-20.


 LECTURA DE MISA DEL DÍA: 

Is 52,7-10;

Sal 97,1bcde.2-3ab.3cd-4.5-6 (R/. 3cd);

Hch 1,1-6;

martes, 24 de diciembre de 2024

NAVIDAD


Ha pasado el adviento 

ha llegado la navidad, 

un regalo, un nacimiento, 

el Mesías, la verdad 


A la vida envuelta en pañales 

no le dieron alojamiento, 

no captaron las señales 

los que vivían en aquel tiempo. 


El cielo descendió 

a nuestra humanidad, 

ha querido Dios 

darnos la eternidad. 


En un establo de Belén 

nace el amor, 

el rey de Jerusalén

nuestro redentor. 


Los pastores vigilaban 

por turno su rebaño, 

unos ángeles le anunciaban 

al que esperaban de antaño.


Los magos se presentaron 

guiados por una estrella, 

a Dios hecho niño adoraron 

a la criatura más bella.


Hoy la navidad está presente 

en el pobre y desvalido, 

en el hermano ausente

en el que ha sido herido.


Hoy Jesús quiere nacer 

en tu habitación, 

que tu pesebre pueda ser 

tu humilde corazón. 


José Luis Ogando Martínez.

TIEMPO DE NAVIDAD

 

La Navidad es el tiempo de celebrar la venida de Jesús, el Hijo de Dios. Su venida mesiánica es una etapa decisiva en el historial del Reino y un acercamiento capital del advenimiento de Dios.

Jesús es hombre perfecto que nace, vive y muere.

Cristo al nacer en este mundo lo ha llenado de sentido: "pues al revestirse de nuestra frágil condición no solo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana, sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros eternos" (Prefacio III de Navidad).

La Iglesia festeja también el nacimiento de Jesús con la misma fe. No para celebrar un aniversario, como quien recuerda los datos biográficos de un personaje, sino para dar testimonio del acontecimiento que para todos es la vida de Jesús, su muerte, su resurrección y, por tanto, su nacimiento.

Con la liturgia de Navidad la Iglesia nos quiere hacer presente a Jesús como aquel que, desde el principio de su vida, fue lo que después fue y mostró ser.

La Encarnación y el Nacimiento de Jesucristo suponen para el cristiano el máximo honor al que podía aspirar, pues le permiten entrar en la esfera de la divinidad de la que estaba alejado por su pecado. De este modo por este "admirable intercambio" se nos ha hecho partícipes de la divinidad desde que Cristo ha tomado nuestra humanidad.

Navidad es tiempo de contemplar gozosamente este adorable misterio de los desposorios de Dios con la humanidad por medio de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

La liturgia de Navidad surge a principios del siglo IV . Y surge simultánea, aunque independiente, en el Oriente y el Occidente cristianos. En la Iglesia de Roma el 25 de diciembre se celebra sobre todo el hecho histórico del nacimiento de Jesús con su dimensión realista de encarnación. Las Iglesias orientales centran las celebración del 6 de enero en la dimensión de epifanía, de revelación y manifestación de la Divinidad al mundo. En el siglo V, Oriente y Occidente intercambian sus celebraciones respectivas y sus liturgias se enriquecen con dos fiestas, en vez de una: Navidad y Epifanía. El contenido es el mismo, si bien las perspectivas son distintas.

Pero para Occidente la dimensión epifanica tiene su importancia, pues inserta la fiesta de Navidad en la vecindad del solsticio de invierno, marco de la fiestas de la Roma pagana en honor del sol victorioso que, a partir de esa fecha, parece renacer conforme los días se van alargando. Cristo es el sol invicto, fuente inagotable de luz y de vida.

La Solemnidad de Santa Maria, Madre de Dios, el día 1ro. de enero, nos ofrece la oportunidad de hacer un homenaje a la maternidad divina de Maria , la Theotokos  que nos ha dado a Jesús, Hijo de Dios.

Epifanía abre las puertas del misterio de la Encarnación de Cristo a todos los hombres y todas las naciones y muestra así que el Niño Dios de Navidad es Rey de Reyes y Señor de Señores. Con esta perspectiva podemos afirmar que la Epifanía del Señor es la celebración de la realeza de Cristo.

La fiesta del Bautismo del Señor cierra el ciclo de Navidad con una referencia al Sacramento del Bautismo por el que el cristiano es injertado en Cristo y en su misterio pascual. 


Libros consultados: Misal de la comunidad y Calendario Litúrgico Pastoral.


José Luis Ogando Martínez.

LUNES 23 DE DICIEMBRE



           

               ORACIÓN


Señor, tú que eres bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores, perdona mi incredulidad, desata mi lengua para que yo pueda aceptar y anunciar el misterio de la Navidad que se acerca, y por mi testimonio otros se encuentren contigo, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

LUNES IV DE ADVIENTO.-   

Feria Mayor: conmemoración de San Juan de Kanty, presbítero. 


Color morado


MISA (D): 

De la Feria Mayor: el 23 de diciembre; Oración de los fieles propio de la Feria; Prefacio II de Adviento; Plegaria Eucarística III. 


LITURGIA DE LAS HORAS: 

Invitatorio: Salmo 23; se hacen los Himnos de Adviento desde el 17 de diciembre; el Oficio de Lectura se hace del 23 de Diciembre; todo se hace del Lunes IV de las semanas del Salterio; si hay un ministro ordenado hace la bendición solemne, no. 1. 


LECTURAS DE MISA: 

Mal 3,1-4.23-24;

Sal 24,4-5a.8-9.10 y 14 (R/: Lc 1, 57-66.

Aleluya: Oh Emmanuel;

Lc 1,57-66.

OFICIO DE LECTURAS: 

Isaías 43, 18-28.


AGUSTINOS: 

Memoria de San Juan Stone, presbítero y mártir (rojo).


FRANCISCANOS: 

Memoria de San Antonio de Santa Ana Galvao, presbítero (blanco).


RELIGIOSAS DE LA CARIDAD DE MONTRÉAL: 

Memoria de Santa María Margarita de Youville, viuda (blanco).


PREMONSTRSTENSES: 

Memoria del Beato Hartman, obispo (blanco).

DOMINGO IV DEL TIEMPO DE ADVIENTO




El Emmanuel nacerá de una Virgen.


Cuando comenzamos el Adviento la Liturgia de la Palabra nos introducía con este anuncio: "Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob." El nos invitaba a un lugar que se parecía al Edén. Era el lugar donde se vivía un amor esponsal.


El segundo domingo, la misma Liturgia nos llevaba en esa misma línea. Dios creó, con su palabra, un lugar donde Adán y Eva vivían una relación plena, en un estado de santidad y justicia original. Por la palabra de la serpiente su vida se volvió un desierto y el profeta anuncía: "El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetados extiende la mano hacia la madriguera del áspid." El desorden del Paraíso se recupera con la llegada del Mesías.


Todas estas realidades se convierten en motivo de esperanza. En el domingo tercero se anuncia a la alegría y el regocijo. A fin de año la Iglesia, en su visión escatológica, nos ayuda a salir de un agujero negro. Nos llama a despertar porque y pone en nuestros labios estas palabras: "Ven, Señor, a salvarnos." ¿De qué nos tiene que salvar el Señor? Nos tiene que salvar de la tristeza, de la depresión, de la desesperación, del pecado, de destruir la vida con la doblez, de pensar que la vida es un fracaso, de la soledad, de sentirnos devastados, abandonados, ultrajado, violentados, no vale estar casado, del adulterio, la decepcion de los hijos y, sobre todo, la desesperanza. Por eso, San Pablo ánima dicuendo: "Vivid alegres porque Dios suscitará una fuerza de salvación. Cuando ya tiramos la toalla porque no hay esperanza, Dios aparece.


Hoy, en el cuatro domingo de Adviento, vemos un ángel que nos salva de nuestra pequeñez. Nos redumensiona a planos gigantes. Hace que nuestro proyecto de vida no se quede en lo ordinario. Hace que nos veamos en José que tenía el proyecto de fundar una familia de pueblo en el anonimato. Dios tenía planes extraordinarios con él. Aquí todo se llena de luz, de alegría y de júbilo. La señal que tenía que pedir Ajaz la ha visto José en la gruta de Belén y la ha visto en lo alto del cielo.


Yo te invito a ver estos mismos acontecimientos en tu propia vida. ¿Dónde has visto la señal en lo más oscuro de la vida? Dónde has contemplado esto en el apogeo de la vida? Alegrémonos y regocigémonos porque cuando todo parece que se destruye es cuando se torna glorioso. Hermanos, busquemos al Señor, busquemos su rostro.


Podemos añadirle a este domingo la participación de los dolores del parto a San José, esposo de la Virgen. Muchas veces nosotros nos centramos en la alegría de un niño. Ha nacido el Salvador.


Aquí quiero acentuar el parto de la Virgen. En esta semana la Iglesia con la semana de los O presenta la espectación del parto. Los últimos momentos del embarazo. ¿Será hoy?


Saquemos un momento de ese momento crítico del parto vivido por San José. Como asumió San José todo lo que implica la paternidad en ese momento crítico. Todo eso por el anuncio de una buena noticia que no es sólo una información sino que es una verdad sino que es performativo. Este anuncio lo ha transformado.

[10:16 p.m., 22/12/2024] Jose Luis Ogando: LUNES 23 DE DICIEMBRE 

           

               ORACIÓN


Señor, tú que eres bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores, perdona mi incredulidad, desata mi lengua para que yo pueda aceptar y anunciar el misterio de la Navidad que se acerca, y por mi testimonio otros se encuentren contigo, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Hoy celebramos a Santa Clotilde, la santa que convirtió a su esposo y unió a todo su país



Cada 22 de diciembre recordamos a Santa Clotilde, la primera matriarca de la corona francesa que logró la conversión de uno de sus reyes, Clodoveo I, su esposo, gran unificador de los pueblos francos. Por ella, Francia dio el paso decisivo para constituirse como una nación cristiana. Santa Clotilde nació alrededor del año 475 en Lyon y murió en el año 545 en Tours.


Víctima de una conspiración por el poder


Según la tradición, Santa Clotilde fue hija del rey de Borgoña, Chilperico II, en tiempos en los que el Imperio romano se encontraba en decadencia. Por aquel entonces, la gran mayoría de los territorios de Europa occidental sufrían la embestida de los pueblos bárbaros, mientras otros, como Borgoña, padecían guerras intestinas o disputas por el poder.


El padre de Clotilde murió asesinado, víctima de una conspiración organizada por su tío Gundebaldo, por lo que la santa quedó recluida en su castillo. Aislada del mundo exterior, se aferró a Dios a través de la oración y se esforzó aún más por agradarle. A pesar de su encierro, Clotilde se las arregló para seguir practicando la caridad entre los más necesitados.


Una nación para Dios


Clodoveo, rey de los francos, había oído hablar de la belleza y sabiduría de Clotilde; y atraído por su fama de virtud planeó casarse con ella. Con el propósito de pedirla en matrimonio, envió un emisario en secreto, que se hizo pasar por mendigo para ser atendido. Aun cuando Clodoveo era pagano, Clotilde aceptó la propuesta, convencida de que si Dios bendecía su matrimonio ella ganaría el alma de su esposo para Él.


Las nupcias entre Clodoveo y Clotilde se realizaron sin la anuencia de Gundebaldo, pero dadas las circunstancias -Clodoveo reclamó al usurpador la liberación de Clotilde- este tuvo que asentir y dejar ir a su sobrina. Así sucedió y Clotilde pudo marcharse al lado de su esposo.


Un año después nacería el primer hijo y Clodoveo accedió a que sea bautizado, conforme al deseo de su esposa. Penosamente, poco después, el pequeño murió. Clodoveo creyó entonces que la repentina muerte de su hijo se debía a que había recibido el bautismo cristiano, y que sus dioses estaban enfadados con él. Clotilde, en cambio, aceptó lo sucedido con fe y se empeñó aún más en acercar el corazón de su esposo a Cristo. La reina no perdió la esperanza y siguió adelante a fuerza de caridad, amabilidad y oración.


Años más tarde, los pueblos germánicos invadieron territorio franco y Clodoveo tuvo que salir al frente de su ejército. En medio de una cruda batalla contra los invasores en la que la derrota parecía inminente, el rey, desesperado, clamó a Dios para que lo ayudara a expulsarlos. De acuerdo a una hermosa tradición, Clodoveo gritó: "Dios de mi esposa Clotilde, si me concedes la victoria, te ofrezco que me convertiré a tu religión".


En contra de lo que podía esperarse, los francos lograron expulsar a los bárbaros germanos de sus tierras y Clodoveo, en honor a la promesa hecha, accedió a prepararse para recibir el bautismo. Su preceptor fue el obispo San Remigio. Así, en la Navidad del año 496, el rey se bautizó junto a su corte completa, marcando un hito en la historia de Francia, que se constituyó como nación al crisol del catolicismo.


Un pueblo dividido y una santa que ama a su familia


La historia dio un giro completo cuando en el año 511 el rey Clodoveo murió. Sus hijos y herederos quedaron entonces enfrentados por el trono. Santa Clotilde luchó porque reine la paz, pero la ambición por el poder hizo que toda la familia real quedase dividida, enfrascada en la disputa por la sucesión. Quienes terminaron liderando los bandos fueron sus dos hijos, los que pronto se declararían la guerra.


La santa no quiso tomar parte en aquella lucha fratricida y se retiró a Tours. Allí llevó una vida como de religiosa, dedicada a la oración y a las obras al servicio de los pobres, enfermos y afligidos. A Clotilde le tocó sobrellevar esta tragedia lejos de su familia, pero confiada en el Señor, pidiendo fervorosamente por la paz.


Sus hijos, Clotario y Chidelberto, mientras tanto, seguían enfrentados y una noche, cuando sus ejércitos se aprestaban para la batalla, una furiosa tormenta estalló y los combatientes tuvieron que retirarse del frente.


Aquel suceso fue tomado como un mensaje de lo alto y los hermanos se reunieron para hacer las paces. Luego, ambos se presentaron ante su madre y le prometieron dejar atrás su enemistad.


Solo unos días después de que la familia se reconcilió, Santa Clotilde murió. Clotario y Chidelberto llevaron su féretro al lado de la tumba del rey Clodoveo.


La familia, camino de santidad


La bisnieta de Santa Clotilde, Berta, se casó con San Etelberto de Kent. La hija de esta unión fue otra santa, Santa Etelburga, quien convirtió al cristianismo también a su esposo, el rey San Edwin.


Por lo que hizo como esposa, madre y reina, a Santa Clotilde se le conoce como la patrona de los huérfanos, intercesora eficaz ante las disputas familiares.

Hoy se inicia la Octava de Navidad: ocho días para celebrar el nacimiento de Jesús

Como es tradición en la Iglesia, la noche del 24 de diciembre se empieza a celebrar de manera solemne la Natividad del Señor. Al día siguien...

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